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Se conoce como colonización antioqueña a las migraciones de familias pobres que salieron de Antioquia hacia las tierras del sur para derribar pedazos de selva e instalarse como campesinos. Hacia 1820, se llamaba colono a la persona que había participado en la fundación de la colonia o aldea, y colonizador, a quien había derribado un pedazo de selva y levantado el rancho para la familia; los sinónimos más comunes eran explorador, poblador, cultivador, vecino, montañés y campesino. Los colonos se desplazaban por las orillas de quebradas, ríos y por el lomo de las montañas para orientarse y estudiar el paisaje; por esta razón los caminos de colonización siguen los accidentes del terreno por alturas impresionantes, dando rodeos aparentemente inútiles. El terreno seleccionado debía tener cuatro elementos básicos: agua, maderas, frutales y rica fauna de carne comestible; además, se procuraba que la región tuviese buen clima, prefiriendo las tierras frías frente a las calientes. En un proceso de cien años, campesinos pobres de diferentes regiones se fueron adueñando de la cordillera Central, se enfrentaron a la selva, tumbaron árboles, levantaron fincas, trazaron caminos, construyeron fondas y posadas, fundaron colonias que se convirtieron en aldeas y pueblos y crearon un mercado interno. No fue fácil, porque tuvieron que enfrentar la acción de los empresarios dueños de baldíos y de concesiones de tierras, pero “impusieron” una reforma agraria. Hoy el antiguo Caldas se conoce como el corazón cafetero de Colombia, una ecorregión localizada entre las cordilleras Central y Occidental, con un sistema de áreas naturales protegidas y con cuencas hidrográficas que ofrecen los servicios ambientales necesarios para el mantenimiento de la biodiversidad y de las actividades productivas.